Jueves 13 de Febrero de 2025

27 de enero de 2025

Según el FMI, entre 2025 y 2026 la economía argentina será la cuarta de mayor crecimiento del mundo

De todos modos, recién a fin del año próximo el PBI superaría con nitidez el nivel de 2022. Qué arroja la comparación de los últimos 30 años entre las tres mayores economías latinoamericanas y EEUU, qué lados tiene el “triángulo del crecimiento sustentable” y por qué la Argentina fue “el peor de la clase”

>Según las más recientes proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía argentina será una de las cinco de mayor crecimiento del mundo en 2025, con un aumento del 5% del PBI, solo superada por las proyecciones para la India (6,5%), Filipinas (6,3), Kazakstán (5,5) e Indonesia (5,1%).

A su vez, si uno amplía un poco la mirada, puede observarse que de los 30 países del mismo listado, la Argentina fue el que más vio encoger su economía en 2024: un 2,8%, con el agravante que el PBI también se había achicado, un 1,6%, en 2023.

El problema viene de lejos: contra lo que postula la teoría de la “convergencia” entre las economías desarrolladas y en desarrollo, que supuestamente harían catch up y se irían acercando a los niveles de los países más ricos, en los últimos 30 años las tres más grandes economías latinoamericanas, las de Brasil, México y la Argentina, crecieron menos que la economía de EEUU, como muestra el gráfico adjunto, de un trabajo de Jorge Vasconcelos, economista jefe del Ieral de la Fundación Mediterránea.

Aunque a largo plazo los determinantes del crecimiento son factores como la calidad de la educación y de las instituciones, a corto plazo cierto ordenamiento macro puede permitir enviones de crecimiento, que de todos modos serán limitados si la economía no cuenta con los tres lados de lo que el autor llama “el triángulo del crecimiento sustentable”: 1) estabilidad económica, que incluye baja inflación y precios relativos alineados; 2) sustentabilidad fiscal, con bajo riesgo de default, margen para aplicar políticas anticíclicas y gasto público controlado, cuyo financiamiento excluya impuestos distorsivos; y 3) inserción global, con apertura al mundo y mejoras continuas de productividad.

Brasil, recapitula Vasconcelos, logró cierta estabilidad con el lanzamiento del “Plan Real” en 1994, pero no resolvió el problema fiscal de fondo, de alto gasto público, recurrentes déficits y una agobiante deuda doméstica que, aunque financiada por un mercado de capitales mucho más profundo que el de la Argentina, la condena a tasas de interés crónicamente altas en términos reales, que en los (recurrentes) malos momentos asfixian a la producción. Además, tuvo una inserción externa conservadora, mucho más limitada que México.

México, a su vez, fue el que logró una mayor “inserción global”, en gran medida por su vecindad con EEUU. Su grado de apertura, medida por la suma de exportaciones e importaciones en porcentaje del PBI, es del 70%, contra el 30% en el caso brasileño y el 23% en el argentino. Sin embargo, dice Vasconcelos, México no logró armar un sólido entramado productivo interno, su productividad es muy baja y segmentada y tiene una tasa de informalidad incluso superior a las ya muy altas de Brasil y la Argentina.

Así y todo, en los últimos 30 años la Argentina ha sido “el peor de la clase”. Su trayectoria desde 1994, advierte Vasconcelos, revela que la crisis de 2001 y la estanflación que arrancó con la introducción de los cepos a partir de 2011 “son los períodos que cargan con la mayor responsabilidad de esta floja performance”.

Para completar el triángulo, enumera el estudio, se necesita abrir la economía de modo sostenible, formalizarla modernizando las leyes del trabajo, y tener una presión fiscal moderada y que evite los impuestos más distorsivos (retenciones, al cheque, Ingresos Brutos, abuso de tasas municipales).

Ordenando la economía y colocando los incentivos adecuados, dice Vasconcelos, la Argentina tiene amplio margen para recuperar en términos de crecimiento, aun cuando el forjado de instituciones (políticas de estado) y la mayor inclusión y mejor calidad educativa vayan a un ritmo más lento. “El ajuste fiscal de 2024 -concluye, en tono positivo- podría haber llegado a tiempo para encauzar variables claves, como el gasto público, que como porcentaje del PIB estaría volviendo a niveles “pre-cepos” (inferior al 35%) y para hacer converger en un par de años la deuda pública neta a un nivel inferior al 50% del PBI”.

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